CULTURA LAS NANAS HERIDAS
M. FRANCISCO REINA
Con la distancia de unos pocos meses han aparecido dos libros, «La Herida Absurda» y «Nanas para dormir desperdicios», de una poeta, Francisca Aguirre, no muy pródiga en títulos
03/02/2008
Con la distancia de unos pocos meses han aparecido dos libros, «La Herida Absurda» y «Nanas para dormir desperdicios», de una poeta, Francisca Aguirre, no muy pródiga en títulos, pero sí en su calidad, lo cual garantiza, de entrada, el deleite de los que amamos la palabra poética y los caminos poco andados de los que buscan mucho más que juntar palabras, pecado capital y premiado en el panorama literario contemporáneo. Precisamente este altísimo nivel, enemigo de autocomplacencias vanidosas y erráticas-marca de fuego que le imprimió en el corazón uno de sus maestros, el excepcional Luis Rosales-, hizo que, aunque cronológicamente se considerase una autora de la Generación del 50, en cuyo grupo y revistas comenzó a leer y publicar sus primeros poemas, con amigos como José Hierro o Pilar Paz Pasamar, de esa misma generación, no viese editado su primer libro, el sensacional «Ítaca» hasta el año 71. En su obra, sin un traspiés, se ha ido depurando una concepción ética de la poesía, como una estética moral que convierte la palabra, la música y la belleza, en un escudo con el que defenderse y un mirador para asomarse al mundo y a la memoria, sin concesiones al rencor ni al odio, pudridero inevitable del corazón humano. Quizá, al contrario que Cernuda, el desgarramiento que le produce al poeta el conflicto entre la realidad y el deseo, que acaba casi siempre en la herida de la frustración, es resuelto por esta poeta con una conciliación de la vida con la realidad, a través de las asunciones de las derrotas biográficas, siempre con los lazarillos de la ternura y el sentido del humor, de la ironía, síntoma inequívoco de inteligencia. Tal vez por esta razón, asegura en una entrevista nuestra poeta que «si el artista no acepta un principio de realidad está perdido. Para modificarla es necesario que previamente la aceptemos. A lo largo de todos mis libros yo he intentado eso: dar noticia de mi historia». Machadiana por convicción, en el primer libro del que hablamos, publicado en Bartleby Editores, título está tomado de un tango de Cátulo Castillo que dice: «la vida es una herida absurda», da buena cuenta de este principio moral de conciliación con las amarguras y sinsabores, con los dolores de la memoria y la biografía, sin exhibicionismos, con verdad y hondura, como en un buen bolero, un buen flamenco, o una buena copla de Rafael de León, ahora que cumplimos su centenario, fuentes que Paca Aguirre ha reivindicado siempre, a la misma altura, y sin empacho que sus adorados Quevedo, Darío o Antonio Machado. Quizá con esta franqueza, dice en el libro «La verdad es a veces peor que la mentira,/ porque de la verdad nadie nos salva,/ ¿quién podría salvarnos de ese escarnio?». O en su alegato constante contra el odio y la revancha de la memoria sobrecoge leer: «Un corazón ahogado por el odio,/ envuelto en su coraza transparente,/ no es más que una cebolla en el mercado,/ un vegetal dispuesto a provocar lágrimas...» En su segundo libro, «Nanas para dormir desperdicios», aparecido en la Editorial Hiperión hace muy poco, se ahonda aún más en la naturaleza limosa y residual de la condición humana y a la que la poeta trata con la ternura de quien canta una canción de cuna para amansar el dolor y la feracidad de esta naturaleza. De este poemario, que ha sido Premio Alfons el Magnànim-Valencia de Poesía en castellano 2007, el jurado señaló que «tiene como asunto central los resquicios de la memoria recomponiendo la experiencia». Antonio Hernández, Premio Nacional de la Crítica, Jesús Munárriz, poeta y director de «Hiperión», Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano-Aragonés de la Lengua, Luis Alberto de Cuenca, poeta y ex-secretario de Estado de Cultura, y Ricard Bellveser, director de la Institució Alfons el Magnànim integraron el jurado, que premió la obra por unanimidad, argumentando que es «espejeante en la fusión de géneros, impone un tono conversacional donde son protagonistas la ironía y la reflexión que, junto a otros recursos, van creando una atmósfera envolvente». Y que «mantiene la línea narrativomeditativa inaugurada por Rosales». Dos libros magníficos para reconciliarse con el dolor de la vida, sin renunciar a la belleza ni a la sed de justicia.
da: www.abc.es